“Dale, dale, dale a la piñata... y como dicen en mi país… túmbala pa'l suelo, queremos caramelo”. Al escuchar esa canción mi corazón saltó de alegría; Compartía el cumpleaños de mi sobrina y estaba con mi beba de 16 meses esperando darle a la piñata y sobre todo echarme al suelo a agarrar juguetes y caramelos para mi hija. La sensación vivida en esta fiesta me remontó a los recuerdos de mi infancia, a la alegría, que se vive cuando eres un niño.
La melodía de las voces de los niños, cantando, me hizo alejarme de los problemas cotidianos; en ese momento, por unos minutos regresé a mi infancia, al olor de las golosinas, a la dulce espera de los carritos de perros calientes (Hot Dogs). Fue una sensación increíble que sentí como madre.
Al día de hoy, mi hija tiene 7 años y el acontecimiento de darle palo a una piñata supone la preparación de una estrategia para poder conseguir golosinas y juguetes. Una fiesta de cumpleaños sea la de ella, la de una amiguita o amiguito, la emociona, le dibuja en el rostro, una sonrisa.
No importa, si la fiesta es un evento sencillo u ostentoso, días antes escoge su ropa, piensa en qué debe ponerse, para sentirse bien a la hora de jugar, correr y tumbar la piñata. Ya sea un vestido, short o pantalón, siempre quiere verse bella, hace toda una combinación de colores y accesorios y nunca olvida la importancia de sentirse cómoda.
Créanme el tema de la vestimenta es importantísimo, a nuestros hijos les encanta que les digan lo bien que lucen. Para ellos es gratificante que se les expresen frases como: ¡Qué guapo estás! ¡Qué linda te ves!
Por lo agradable de esta experiencia, decidí compartirla, aunque soy mamá de una sola hija, comprendí que revivir junto a tus hijos los bellos momentos te hace entenderlos y comprenderlos en sus acciones, para darles un mejor trato y apoyarlos en su desarrollo como individuos.
Basada en esa experiencia, entendí que debemos ponernos en el lugar de nuestros niños, recordar que ya nosotros pasamos por eso. Es brindarles un tiempo de calidad para conocerlos y que ellos nos conozcan, de manera que confíen en nosotros como padres.
Sólo me queda decirles que guíen a sus hijos, vuelvan a revivir la sensación de ser niños con ellos, acompáñenlos hasta que la vida se los permita, hagan de ellos y ellas ciudadanos del mundo, brindarles un lugar mejor, lleno de respeto y felicidad.